domingo, 28 de marzo de 2010

Friedrich Möghenschifft (1)


Friedrich Möghenschifft nació supuestamente en Heidelberg, en torno a 1890, aunque realmente no existen datos sobre su nacimiento.
Combatió en la Primera Guerra Mundial, donde conoció a Arthur Wynne, autor del primer crucigrama moderno, llamado "Cross-word", que publicaba en la revista "New York World" desde el 21 de diciembre de 1913.
Durante la guerra se convirtió en un discípulo aventajado de Wynne. Ya me detendré en este último.


Möghenschifft fue empleado de correos de Heidelberg, hasta que se convirtió en crucigramático de algunas publicaciones locales. Su verdadera vocación no eran ni los crucigramas ni mucho menos las cartas, sino los inventos.
En la oficina de patentes de Heidelberg tenía registrados cientos de inventos y utensilios, la mayoría de ellos sin la más mínima utilidad práctica.

Tenía buenos conocimientos de química. Esos conocimientos lo llevaron a interesarse por la hidrolamina, el compuesto químico inventado por Steinsky, cuyo rastro siguió minuciosamente hasta encontrarlo.
Su invento más celebre, conocido popularmente como Invento de Möghenschifft, fue una evolución física y una aplicación de la hidrolamina, creada por Steinsky.
Murió licuado en un hospital de Budapest, en 1924.
Pondré más cosas sobre él en los próximos días.

domingo, 7 de marzo de 2010

Principio



"Me gustaría desaparecer.
En la ficción o fuera de ella. Me da igual...
Pero desaparecer".

Marilyn Monroe a su psiquiatra Ralph Greenson




“Me cansé del cielo gris, enfermizo, mísero. Me cansé de soñar con el último tren que partía de Moscú y atravesaba Siberia hasta llegar a Vladivostok. Pronto supe que Vladivostok no era más que un decorado obsceno, improbable, donde sólo había simulacros de bailes y sexo desalmado. Pronto supe que no existía, y decidí escaparme antes de que empezara a convencerme de que tampoco yo existía. No quise volver a extraviarme en el puerto de Marsella, ni que mi maleta llegara a Indochina en el estómago de un barco. Odiaba esa Indochina tan limpia, tan suave, tan triste. Me fue más difícil decidirme a hacerlo que salir de ese lugar que para ustedes es diversión pero para mí se había convertido en una pesadilla terrible. Siento, de verdad, que haya sucedido todo esto, pero mi intención sólo era ser libre.
Greta Wendersglaszt”

Esta nota fue encontrada por miembros de la gendarmería francesa sobre el cadáver de Cédric Olmert, custodio del Cine Cambore de París, donde se proyectaba la última copia de la película “Cabaret en las tripas del difunto” (“Cabaret dans les entrailles du mort”) el día 27 de abril de 1952. Olmert apareció asesinado en la puerta de acceso a la sala de proyecciones por la derecha. Tenía dos disparos de bala, uno en la frente y otro en el pecho.




Disculpen el desorden. Llevo unos días terribles.
Sí, conozco al hombre de la fotografía. Me he pasado los últimos tiempos buscándolo. Puedo contarles muchas cosas de él. Creo.
Cuando rompí con todo y me vine a vivir a París alquilé sin saberlo el apartamento que él había ocupado durante más de cuarenta años. Hasta entonces había llevado una existencia más o menos apacible, o todo lo apacible que puede ser la existencia de alguien que huye. Una noche encontré en mi buzón una carta sin remitente que iba dirigida a mi dirección –sí, Rue Faidherbe con Chaligny y Montrueil, número 6 –y a su nombre, Gabriel Terich, para mí desconocido hasta entonces. Pensé que se había tratado de un simple error.
Busqué el nombre en la guía telefónica por si había alguna dirección, para llamarlo y entregarle la carta que era suya. Si hubiese encontrado su número de teléfono y su dirección habría zanjado para siempre aquel asunto. Nada de lo que vino después habría sucedido. Creo. Pero en la guía había un solo Gabriel Terich, y el número de teléfono al que remitía era el mío. No había ningún otro usuario con ese apellido.
Días después recibí una segunda carta. Se confirmaba que la primera no había sido un error. Me puse a buscar información con la esperanza de encontrar algún dato o pista que me permitiese dar con él, entregarle aquellas dos cartas y olvidarme de todo.
El “Terich” del apellido, sin duda peculiar, me hizo más fácil la búsqueda de información. Fue una primera toma de contacto que con el tiempo –y las cartas –se fue intensificando.
En internet había unas cuantas entradas en las que se hablaba de él. En la mayoría de ellas se destacaba su importante y arriesgada labor como corresponsal, tanto en la Guerra Civil Española como en la II Guerra Mundial, conflictos que cubrió para un pequeño periódico local de Morelia llamado La Tarde. Era mexicano.
Al finalizar las guerras se quedó en Europa. Primero volvió a España, donde había dejado dolor y amigos. Más tarde se estableció en París donde vivió durante cuatro décadas en la casa que luego alquilé yo. En París estuvo relacionado con la agencia de noticias AFP y con unas cuantas revistas de cine como Cinematrèque o Près Cinéma.
Sobre su vida en Europa una vez terminada la II Guerra Mundial sólo encontré unos cuantos apuntes biográficos y un puñado escaso de testimonios de viejos corresponsales de guerra que habían coincidido con él en alguna guerra y habían mantenido el contacto. Todo ello en páginas de internet de variado pelaje. Nada más.
Al principio, me refiero a antes de que llegase la tercera carta, me contenté con esos pocos datos de la vida del tal Terich.
Pero después llegó otra carta, y luego otra más, y después otra, y otra, y otra...


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Datos personales

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Nací el 2 de julio de 1978. Soy músico, escritor, viajero. Estudié en el Conservatorio de Sevilla. Me licencié en filosofía por la Universidad Oriental de Nápoles (Italia). He tocado todos los géneros literarios, incluido el curriculum vitae. Escribo novelas, relatos, poemas y guiones, compongo canciones y toco el piano. Mi espectáculo musical se llama Migue y el fabuloso trompetista invisible. He vivido en Alcorcón, Sevilla, Londres, La Habana, Ciudad de México, Bogotá, Buenos Aires, Nápoles y Madrid. Algunos de mis relatos han aparecido en antologías, revistas, fancines o rocambolescos folletines olvidados. Me gano la vida como buenamente puedo (casi siempre de forma legal). He publicado dos libros: "Últimas 2 horas y 58 minutos" y "El hombre que decía haber salvado a Rebeca B". Y he editado "Falsa antología completa de los poetas incendiarios". Para ser feliz me basta un piano, una playa desierta, buena compañía. Thelonious Monk ya inventó casi todo lo que se me ocurre. De mayor quiero ser Jacques Brel o Leonard Cohen.

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